Cartas-diarios para seres en lejanía
Carta:
Desearía
el beso estancado en tus preciados labios, en su curvatura cuando sonreís. La
fragancia de tu aroma cuando me atrapas con tus piernas.
Desearía el beso, la sortija de tus
pelos al enredarse en mis manos. Desearía morir cuando el destello acabe,
perecería en paz al obtener el reflejo de tu luz al inhalar el grito.
Desearía el sueño. Encontrarte en el
lugar más recóndito de mi mente. Quisiera que fueras así, como esa en esa plaza
Rayuela. Pero no. La dueña de tu cuerpo no besa como tú, no habla con tu voz.
Solo respira en lugares lejanos a mí. Intento engañarme, intento, solo intento.
Sé que no eres ella, lo que duele es que se le parezca. Duele e hiere. El
cuchillo helado del “no sucederá jamás” se hunde más entre mis costillas. La
herida sangra y no estas para curarlas, para vendarlas, para besarlas, para
beber de ellas. Simplemente no estas. Para nada sirve escribirte. Solo vives en
un lugar lejano e inaccesible, dentro mío.
Me despido sin querer decirte adiós.
Solo dios, si por esas casualidades existe, sabe la forma de encontrarte.
Adiós, hasta siempre. Dolor, sangre,
lágrimas de birome y errores de escritura son para ti.
Diario
El
sueño aguarda a que yo entre en ella y me envuelva en sus garras. Que caiga en
los mismos juegos que me juega ese ser que controla mis sueños. Ese ser que me
da sus imágenes por unos instantes efímeros, el mismo que me impide ese
contacto que tanto quisiera. La primera me la regala, la segunda me la vende.
Me la vende a un precio que ni yo conozco. Me priva de los pocos segundos de
lucidez en que me doy cuenta que esos instantes no son reales (pertenecientes a
esta realidad en que yo en plena madrugada estoy escribiendo esto en vez de
estar durmiendo como una persona civilizada) e intento conseguir ese indicio
que me haga encontrarla en esta realidad.
Sí,
otra vez escribiendo sobre vos, ustedes que habitan es esos sueños, no son mis
sueños porque poca propiedad de ellos tengo. Allí están enfrankestaniadas con
partes de mujeres de la realidad. En ella, ellas. se puede ver a esa chica de
Antropología, la estudiante de Letras, la chica de rulos, la amiga de un amigo,
la amiga de una amiga, la compañera de salida de campo, etcétera. Todas
conjugadas en lo mismo, misma, sin ser una mezcla amorfa, sin ser esa mezcla de
todos esos gustos de helado favoritos que producen ese monstruo del pantano
dulce.
Son
ellas las que llenan momentáneamente ese vacío, de amores en parques, en
clases, en talleres, en recitales, en exposiciones, en colectivos vacíos, en
imaginaciones fuera de esto, de un alguien que imagina sin construir, que le
teme a la lejanía de lo ideado con lo posible.
Se
vive y se muere en esos parques de ilusiones, de playlist hechas en Spotify, de
comedias románticas, de hojas escritas para ese alguien. Fuck you, esas ideas.
Fuck esa vida que me esquiva, me gambetea, haciéndome los caños más lujosos sin
tocar el balón.
Flaca,
no sé si estarás por algún lugar que no sea en estos sitios o con alguien que
ni conozco (y ni quiero conocer), no sé qué decirte. Podría cerrar esto con un
mensaje optimista, esperanzador, pero a la mierda todo esto, tú, yo, mi psiquis
y esta playlist de mierda que entra por mis oídos.
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